Que difícil es amar y “aprisionar” al mismo tiempo, pues mientras que el 1er verbo alude a una sensación de bienestar y paz, el 2do se refiere a inquietud y angustia. En realidad, no puede hablarse amor si no hay libertad. Ese amor condicionado a que “me tienes que justificar tus actos y palabras” es un falso amor. Es más bien temor, disfrazado de celos y amor. ¿Cómo puede concebirse que en nombre del amor dos personas se atrapan de tal manera que se convierten en carceleros mutuos?
El amor y la libertad son prácticamente hermanos separados culturalmente. Los novios no necesitan prometerse que se telefonearán, para luego hacerlo. Sencillamente, lo hacen en forma espontánea. El amor les da esa seguridad de corresponderse. Amar a alguien es respetarle su libertad de pensar, de sentir y actuar. Mientras hay lealtad con la pareja, la libertad no daña ni aleja las relaciones, por el contrario, las fortalece.
Pero cuando malentendemos la libertad como una oportunidad para liberarnos de la pareja, irrespetarla inclusive, entonces “embarramos de lodo” esa bella palabra (libertad), reforzando la equivocada creencia de que dicha libertad fue la verdadera culpable del bochinche “extra sentimental”.
Falso, es la falta de autoestima y aprecio al prójimo, lo que nos sucumbe ante las tentaciones, no la libertad.
Amarte y aprisionarte, equivale a suponer que seremos “más felices en una celda juntos. que libre y solo”. Verdad que, es mejor opción esta última, que la ira?. Hay muchas parejas que temen respetar la libertad ajena, e inclusive la propia, argumentando que “quien no cuida su ganado, lo pierde”, dejando esbozar con ello su permanente miedo a nuevas carencias afectivas. Suponen ingenuamente que “su pareja” podrá engancharse sentimentalmente con otra persona, en cualquier evento social. Y para ahorrarse futuros dolores de cabeza y frustraciones por abandonos, dejan que sus miedos y fantasmas gobiernen su conducta, controlando y limitando a su pareja, al punto de asfixiar el romance y desencantar la relación.
Por el contrario, cuando yo respeto la libertad de pensar y actuar – que por derecho le pertenece a mi pareja – descubro entonces el verdadero vínculo que nos une. Hay personas que temen despejar esa verdad. Creen que la única forma de mantenerse unidos es “cazando las mentiras y errores” de su pareja, a fin de “echárselas en cara” luego. Torturante relación condenada al fracaso con el tiempo, sea en convivencia o no. El hecho de estar conviviendo juntos no significa que sean felices ni que han alcanzado el éxito conyugal como algunos que presumen del “abultado número de años” con la misma pareja.
Me entero de lo que significó para mi pareja precisamente cuando ésta ME RESPETA EN AUSENCIA MIA, y no en mi presencia. Cuál es el mérito de mostrarse fiel y leal, cuando la pareja se encuentra al lado de uno?. Ninguno. El autentico respeto y amor se demuestra en ausencia de la pareja, y frente a tentaciones. Teme usted descubrir que su pareja sea incapaz de vencerlas, entonces busque ayuda terapéutica porque vivir con miedo no es agradable, y su pareja se sentirá constantemente supervisada.
Si usted le prohíbe y restringe la vida social a su pareja, amparada en los precedente negativos de ésta (mentiras, contradicciones, traiciones, etc.) entonces. cómo piensan vivir felices ambos en los próximos, si continúan con el mismo estilo de vida?. Suponga que ninguno cambie de actitud. Qué les espera entonces a los dos? Mejor formúlese y responde a las siguientes interrogantes, tremendamente constructivas. ¿cómo puedo aprovechar esta situación para cambiar mi vida positivamente? ¿Qué puedo aprender de este momento para vivir mejor después? ¿Cuánto tiempo puedo mantenerme reteniendo a mi pareja, sin que ambos nos cansemos? ¿qué temo descubrir si respeto la libertad y vida social de mi pareja? ¿Qué es lo que creo no poder superar? Y en el peor de los casos. si hay traiciones, no es mejor saberlo ahora, que después?
La libertad de pensar, sentir y actuar, no supone un desentendimiento del deseo de compartir y estar con la pareja, ni tampoco implica un descuido a la persona amada. Sino un respeto a las actividades sociales, académicas, laborales y de esparcimiento, sin desestimar el tiempo y la dedicación a la pareja. Nadie debe pedir libertad, pues nadie se la puede quitar a otro.
Cuando se priva de libertad, se condena a la frustración. En realidad, es uno mismo quién se priva de su libertad, en nombre de la pareja e impulsado por el temor a la crítica o pérdida.
No es lógico constituirse en “carcelero y amante” al mismo tiempo. Es enfermizo, es un falso amor. Es el miedo, el verdadero autor de esta ambivalencia. El que ama, no duda. El temeroso sí. El que quiere, está tranquilo y confiado. El asustado, intranquilo y desconfiado. El que ama, respeta la libertad propia y ajena. El temeroso se priva y busca privar a la pareja. Dios no muestra su amor respetando nuestra libertad de elegir, pensar, sentir y actuar. Podría -acaso- decirse lo mismo, si Dios nos impidiera ser como queramos ser? Podría hablarse de amor, si nos priva nuestra de nuestra libertad? Píenselo, amar es respetar la libertad ajena.
Y cuando hay amor propio y ajeno, también hay lealtad.